Más fuerte que el miedo, más fuerte que el odio…

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Cada vez que me acerco a tu cama, recuerdo el pasaje de aquél libro que me habló al alma.

Desearía que pudieras entender el por qué doy gracias.

Te doy las gracias por esta oportunidad que me has brindado. Sé que es muy difícil comprender el por qué voy a verte todos los días, por qué me emociono y te brindo mi cariño. No es una cuestión de genética, ni de la sangre que corre por nuestras venas…

Cada vez que te veo allí tumbado, indefenso, lleno de miedo y confuso se me encoge el alma. ¿Y pensar que eras el protagonista de mis peores pesadillas? ¿y pensar que cada vez que te intuía se me aceleraba el corazón y brotaba en mi mente la única idea de huir de ti? Tu nombre era para mí el sinónimo de demonio.

Y ahora, te acaricio, te acompaño, te quiero…

Sólo puedo agradecerte que me dieras la oportunidad de sentirte como un ser humano, como un hermano que necesita ayuda y devolver bien por mal…

Y es en este momento, cuando me doy cuenta de por qué te elegí, sin ti no sería lo que soy.

Por todo ello, muchas gracias padre.