Un día de furia

Saturno devorando a sus hijos

En un ataque de sinceridad debo decirte

Que me irritas, que me decepcionas

Y que no hay vuelta atrás.

En un arranque de sinceridad debo decirte

Que la traición se me atraganta,

Que no la digiero bien.

En un alarde de sinceridad debo decir

Que he sido vendida

Como pescado fresco en el puerto

En un momento de sinceridad debo decir

Que la verdad que me exigen

Brilla por su ausencia en los demás.

Y en esta disertación

Que brota de un sentimiento

Bastante primario

Soy muy sincera.

Que las cosas cuando las decimos enfadados

Suenan altaneras

Y que todos hemos gritado alguna vez.

Me siento como la ramera apedreada

Que exhibe su pecado,

Mientras los que la juzgan

Guardan sus pecados para sí…

Todos pecan, todos cometen errores,

Todos están prestos a señalar a los demás.

Yo ya he sido juzgada

Y apedreada en el muro de la discordia…

Y a lo mejor merezco más

Pero como dice la canción

No lo quiero y por eso adiós.

Nuevo capítulo de Un Día Cualquiera

Mafia, tortura, ficción

Hola a tod@s. Aquí pueden seguir leyendo el siguiente capítulo del Relato escrito por Almudena L. Bruñas.

La desaparición de la nieta de un capo de la Cosa Nostra, en Nueva York, lleva a un grupo de personas dispares, a buscar en los ambientes más sórdidos y desconcertantes de esta gran urbe.

Una asesina huída de la Yakuza, un buen hombre con una mala vida y un casanova, unen sus propias experiencias y tendrán que aprender a trabajar juntos, en una búsqueda contrarreloj. Pero los fantasmas del pasado siempre vuelven para recordar quienes somos.

Los protagonistas deben llegar a lo más hondo del abismo para encontrar respuestas, pero una vez allí, sólo encontraran más preguntas.

Un Día Cualquiera (2)

Si queren leer el relato desde el principio, pueden pinchar aquí, o bien ir a la página de relatos.

Así comienza el segundo capítulo «La Gata sobre el Tejado de Zinc»:

«Estaba sentada en un banco de madera bajo un viejo pino en Central Park. Esperaba la llamada de su contacto en una de las familias italianas de la ciudad, ellos casi nunca tenían contacto con los Yakuza, y eso le aportaba bastante seguridad. Los únicos tratos que había tenido con los japoneses en un año habían sido por trabajo; y claro, después de su encuentro no habían podido ir a decirle al consejo de Tokio que ella estaba en Nueva York.
Se rió para sí, observó los patos de la laguna cercana que comían pan duro en la orilla. Estaría bien reencarnarse en un pato, todo el día nadando, y sin más preocupaciones que la limpieza de tus plumas y los casuales cazadores. A lo mejor se parecía más a los patos de lo que pensaba…»

Las pérfidas y paulatinas hojas del calendario

Insomnio, noche, desvelo

Sólo treinta despertares con tu ausencia, y luego

tu carne convertida en pandemonio

provocando mis instintos

extrayendo con soez delicadeza al cromañon

que se escuda detrás del intelectual hipermoderno.

Sólo treinta madrugadas de levantar la peersiana,

correr las cortinas

y no encontrate entre la luz

hasta que tus números impares invadan mi cama,

mi cocina, mis baldosas

y los dos juguemos a creer en medias naranjas

y que los destinos

(porque son muchos, claro)

siempre supieron que ibas a venir.

Sólo treinta insomnios maldecidos que acaparan

totalitarios

las horas que programé con atención y alevosía

a descansar y conseguir algo de cordura

un poco, aunque sea,

que me permita decirle NO a tu presencia

que incluye, inexorablemente, tu partida.

 

Por Nicolás Hochman

La felicidad es cuestión de tiempo… del ahora

Ben kingsley - El rabino

– Los desafortunados no son más que una referencia para los afortunados, señor Fisher. Usted es desafortunado para que yo sepa que no lo soy. Por desgracia los afortunados no se dan cuenta de que lo son hasta que es tarde. Por ejemplo usted, ayer estaba mejor que hoy, pero hacía falta lo de hoy para que se diera cuenta. En cambio, hoy ha llegado y… ya es tarde ¿entiende?. La gente no se contenta con lo que tiene. Siempre quiere lo que tenía o lo que tiene otro.

El rabino

El Caso Slevin

Caótica

eternidad, infinito, rueda

¿Cuántas vidas albergamos

En un mismo ser?

¿Cuántas experiencias

Hemos de coleccionar?

Me sumerjo dentro de mis ojos,

Una puerta se abre

Y la otra cierra ya.

Mi cosmos es de azul y plata

De Imágenes que se mueven

Y sonidos que vienen y van.

Y Entre cobalto y argentum

Desenvuelvo la madeja

Para no perderme en este laberinto

Perpetuo de una sola calleja.

Dentro de mi un millar de puertas

Y dentro de mi un todo infinito,

Y una eternidad difícil de sondear.

En las que solo me encuentro

Un Yo de muchas maneras

En las que solo me encuentro yo.

Por Arminda C. Ferrera