Shaadí

In The Mood For Love. Song Yumeji’s theme

Entró como un vendaval en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Se apoyó en ella y respiró profundamente para calmarse. Había regresado bajo el nombre y la apariencia de Zoel. No lo advirtió hasta que fue demasiado tarde, hasta que se encontraron sus vistas a medio camino. Sus ojos vacíos cobraban nueva vida, para recordarle los momentos más plenos y de éxtasis, a la vez que los más oscuros y desesperados. Se clavaban en ella como espadas ardientes que le atravesaban el corazón.

La calma y la frialdad habían dado paso a la tibieza de las formas y de las palabras. Sin embargo, ella que lo conocía mejor que el resto de los que allí se encontraban, descubrió con turbación que su atención se dirigía muy sutilmente a su persona, con ecos del pasado. Su cuerpo, en otro tiempo amado y explorado entre sus dedos, ahora eran el heraldo del dolor y el infortunio.

Enfrentó su mirada oprimiendo a su corazón que se negaba a perturbar su eterno sosiego. Mientras que sus músculos se tensaban por el esfuerzo impuesto por su poderosa presencia. Un ángel ataviado con armas de demonio, un demonio con aura de arcángel. Y esa dualidad la descomponía sobremanera porque no sabía si amarlo o odiarle hasta el extermino.

Y aún sabiendo que su cuerpo, su voz, sus ojos estaban cargados de mentiras, y aunque era consciente de su engaño, no podía vislumbrar ninguna sombra, ningún resquicio que se lo confirmara fehacientemente. Y como hija de la lógica que era, se desataba los infiernos en su interior. Deseaba ver esa falsedad, la fealdad de su alma, mas solo veía pasión en sus pupilas que se negaban a despegarse de las suyas.

El demonio es el maestro del engaño disfrazado del más bello de los ángeles del cielo, su lengua es dulce y su cuerpo perfecto… si era el mismo demonio. Lo sabía y aún así arrebataba sus mejillas como una doncella. Ella que se creía una estudiosa de las emociones humanas y de sus corazones, ella que había desenmascarado la falsedad en otros, le era imposible asirse a algo que demostrara lo que ella sabía de antemano.

Intentó dominar esos pensamientos, recobrar la serenidad y no dejarse llevar por los recuerdos, las dudas y dejar abrir las viejas heridas. Y allí estaba recogiendo los pedazos de sí misma, meditando la situación y analizando su futuro proceder, cuando se percató de un movimiento tras las cortinas que daban a su balcón. Había una figura tras ellas, que no se escondía, solamente no se esforzaba en hacer notar su presencia, como si quisiera observarla en silencio.

Y el corazón le dio un vuelco y a modo de protesta latió de nuevo. Inspiró la brisa de la noche húmeda y calida. Recompuso su rostro que se había mudado un instante e hizo el firme propósito de no mostrar debilidad alguna. Porque sabía quien era el que esperaba en el balcón, como si estuviera esperando el permiso para entrar.

– Pase Kherebu… -dijo con un tono que irradiaba tranquilidad-.

El dio varios pasos hacia la luz que había en la estancia exponiéndose a la claridad y desvelando toda su persona, en toda su magnificencia. Perfecto como una estatua, exudando su poder. Ahora no había ojos ociosos que los observaran. Solo estaban ella y él; y eso era más que suficiente. Sus rodillas temblaron, unos segundos, sutilmente, imperceptiblemente. Rogaba a Alá que no se hubiera dado cuenta.

Pero hizo acopio de valor y se entregó a la firmeza. Ni sus ojos, ni su rostro, ni sus gestos desvelaron la impresión que le había causado su presencia después de tanto tiempo.

Pero, ¡ay! sus ojos que fundiría los mismos glaciares no le daban asueto, ni respiro. Hablar era la única opción plausible para escapar de su hechizo, para no arrojarse a sus brazos con el dolor de su alma o lanzarse contra él para matarlo mientras rasgaba su garganta con un grito de guerra.

– Mi Kherebu… – el levantó una manos haciéndole entender que prescindiera del protocolo en esos momentos. Pero ella sabía que la cortesía y el rango eran su escudo para superar esta prueba impuesta de improviso.

¿Por qué en ese momento cuando creía a ver superado el periodo de luto? ¿Por qué? Alta eran sus expectativas y su estima de si misma…. Y él en unos segundos había dado al traste toda su seguridad; su confianza en que no iba a ser más esclava de sus deseos que no iba a ser ciega en un mundo de mudos.

– Mi Kherebu, que deseáis… – estaba extrañada pues si quería algo no se andaba con rodeos. Era su señor y así podía hacerlo. Algo no andaba como debiera. Debía resistir y le aguantó el enviste de su contacto visual.

Se enzarzaron en un duelo de miradas. Su mente se centró en Zuisudra, frío como el mármol y duro como el mismo material. Se centró en sus mentiras, en su crueldad extrema, en su desdeño por las emociones… pero su mirada desprendía llamaradas que la quemaban y encendían recuerdos cuidadosamente desterrados de su consciencia. «Ves lo que deseas ver… deseas ver pasión en su rostro, amor, es una máscara… un bulo, un truco para hacerte consciente de tus propias debilidades.»

¿Por qué la miraba de esa forma? ¿Quería saber si era capaz de soportarlo? Se reafirmó a sí misma. Entendió que debía aprender de él; escudarse bajo una máscara, para no desvelar sus verdaderos pensamientos. Era Wisal, no Shaadí. Tenía armas, para contra restar su ataque. Le aguantó unos momentos más.

– Lo siento – de todas las palabras que pudieran salir de su boca esas fueron las que más daño podían ocasionarle. Esperaba una orden, una acotación o un consejo, pero no eso. Sus palabras aunque sonaran controladas y frías se enturbiaban con la fuerza de su mirada. No había paz en ella. No era la mirada de un maestro a su discípulo, sino de un amante que le duele haber ofendido a quien en otro tiempo compartió el lecho, en una playa desierta en una isla perdida. «Ves lo que deseas ver…»

– ¿Lo sentís? ¿El que exactamente, Kherebu? – dijo sorprendida. No podía ser, no podía ser eso.

– Shaadí – dijo acortando las distancias entre ellos aún más. Cerró los ojos, pues la compostura estaba a punto de desaparecer de si. Recordó la última vez que pronunció su nombre de la misma forma, con la misma inflexión de voz, con el mismo sentimiento tras las palabras… su instinto le instaba a presentar batalla. Abrió los ojos de nuevo y no se dejó amilanar con falsos pretextos.

– Wisal… – corrigió con educación, a lo que Zoel respondió con un gesto de impotencia o desánimo. Él sabía que era inútil, como ella – Sois bueno, mi maestro… aún sabiendo la verdad confesada de vuestra boca no soy capaz de vislumbrar ni un ápice de su verdadera naturaleza. He de descubrirme ante tamaña proeza y ser sincera… me tenéis impresionada.

Intentó refrenarse para no caer en el absurdo parloteo del que está presa de los nervios. Refrenó su impulso de ser irrespetuosa. Él seguía mirando con sus ojos claros como lava que se escapa del interior de la tierra. Dio un paso hacia delante.

– No tengo tiempo para entelequias, y disputas dialécticas que no llevarían a ningún destino deseable – estaba demasiado próximo, más de lo conveniente si quería salir airosa de ese encuentro. Analizó la situación rápidamente y decidió separarse de la puerta para no sentirse acorralada, de forma natural, aprovechando una de sus pausas al hablar – Sé lo que piensas, yo mismo procuré que así fuera… – la inflexión de su voz puntualizó de forma incisiva esas dos últimas palabras – aunque sé cuales fueron mis palabras del pasado, debía disculparme por mi comportamiento tan… implacable – Se situó en un lugar en donde las salidas estuvieran accesibles sin parecer descortés.

– Acepto sus disculpas, maestro y le doy las gracias por comunicármelas – dijo con ligero tono desconcierto. Intentó darle la modulación de Wisal, mucho más sociable y menos tajante. Su confusión iba en aumento y sus nervios apunto de aflorar en cualquier momento, así que escudarse bajo ella no le parecía descabellado, además ¿él no hacía lo mismo? – pero la amabilidad no es una de vuestras virtudes, y eso es algo que ya asumí hace tiempo. Supongo que escogéis a Zoel entre vuestras coberturas por ser la más… cercana – su corazón crujió desesperado – para expresar lo que su naturaleza os impide. Lo tengo presente y os agradezco el esfuerzo, en carecidamente… – Parecía que le disgustara su contestación, como si quisiera expresar algo que no era de su agrado. «calma, calma»-.

– Entiendo tus corteses reconvenciones, Shaadí… – Ella fue a protestar pera mantuvo su boca cerrada por la expresión del rostro de Zoel que le invitaba sutilmente que no era el momento- ¿recuerda quien te enseñó esos giros, esa forma de expresarte? Has sido una alumna dedicada, de eso no hay duda. Has aprendido la lección. Tus subterfugios, aunque hábiles, dejan bien claro tu postura. Quizás porque quieres ocultar otra mucho más profunda…

– No le entiendo, maestro. Ciertamente he aprendido todas y cada una de las lecciones que ha tenido a bien en enseñarme. Aunque no tan bien como hubiera deseado a la vista de los resultados – sonrió tímidamente como lo haría Wisal. Intentaba quitarle hierro al asunto pero su sonrisa desveló un leve temblor en sus labios. Y eso era un error imperdonable que no pasó desapercibido ante la agudeza de su interlocutor, que se aproximó nuevamente invadiendo el espacio prudencial que ella había dejado entre ellos deliberadamente – le doy las gracias por molestarse en indicarme mis imperfecciones, lo tendré en cuenta… – pero eso tampoco pareció satisfacerle, cerró los ojos y las ventanas de su nariz se dilataron. Estaba desagradándole sus palabras y no comprendía los motivos. Era la primera vez que contemplaba esa reacción en él y el temor apareció en escena – ¿Kherebu, ocurre algo?

– Nada que no previera de ante mano: la inutilidad y lo inevitable, cuando se tarda tanto en actuar – cuando abrió los ojos, ella descubrió con pavor que sobre el fuego que desprendía sus ojos que mantenía fijos en los suyos, había lágrimas. Y ya no había armadura, ni contención posible para moderar su expresión de abatimiento y de rabia.

Su falta de autocontrol, precipitó la de Shaadí, que instintivamente retrocedió alarmada, no sabía bien si para defenderse o para salir huyendo de la estancia. Y descubrió con mayor horror que sentía atrapada. Estudió su entorno para presentar batalla llegado el caso. Sólo un segundo perdió el contacto visual con Zoel. Solamente un segundo, que fue su perdición.

Al volver a concentrar su atención en Zoel, descubrió asustada que estaba a un palmo de distancia de ella. No pudo evitar mirarle directamente, alzando su rostro hacia él. Y entonces fue consciente de su segundo error imperdonable. No era la bestia la que asomaba en su gesto, ni en su mirada, ni en su tacto cuando la tomó de los hombros. Eran los sentimientos que ella creía inexistentes, esos que él se esforzaba con éxito hasta ese instante en no dejar traslucir. Y aunque la lógica clamaba que recapacitara, que era el rey de las mentiras, el señor de las mil caras, su corazón le llevaba por la dirección opuesta… algo en su interior gritaba que aquello no podía ser un engaño. Y a pesar de que debía, si quería conservar su cordura y no perderla en sus pupilas, apartarse y evitar cualquier contacto. Se quedó petrificada de la impresión. Pues su rostro más humano de lo que jamás había contemplado en su persona, le confirió una hermosura tal, que conmovió e hizo estremecer toda su alma.

despedida, amor, amantes– Siento haber alimentado unos sentimientos que sabía estaban abocados al sufrimiento. Que ahora son una prisión de la que es imposible escapar. Siento haberte tomado a la orilla del Egeo, fingiendo olvidar, como si yo no fuera quien soy y tú no fueras quien eres. Por haber obviado deliberadamente la razón y la lógica, y atraparte a ti en ese proceso. Por haberte clavado un puñal que ahora es imposible retirar, que ha emponzoñado tu alma para toda la eternidad. Lo siento, Shaadí…

Las lágrimas resbalaban silenciosas por las mejillas de ambos sin nadie que frenara su camino hacia el vacío. Sus manos temblorosas apretaron con afecto sus hombros.

Habían caído bajo el ímpetu de las emociones, los velos que los cubrían a ambos. Plenamente conscientes de que por un brevísimo tiempo, él era Zoel y ella Shaadí, dos amantes carentes de esperanza, frustrados por no consumar un amor que sabían ya truncado y mutilado por ellos mismos. Ella desoyó a su mente que le instaba a retirarse, y se fundieron en un abrazo, que bien podría ser el último. Y dejaron salir su amargura y su rabia mientras se estrechaban con fuerza.

Solo por una noche, eran Shaadí y Zoel, dos amantes que decían sin palabras, adiós.

Por Arminda C. Ferrera

3 comentarios en “Shaadí

  1. Este pequeño relato es la descripción de una escena que se desarrolla en Constantinopla al principio de la edad moderna. Por supuesto es un ambiente idealizado. Son dos vampiros que están acostumbrados a infiltrarse entre los humanos con diversas identidades. Pertenecen además a una secta muy estricta, que se dedica a cazar a otros individuos de su especie, a preservar las tradiciones de los antepasados y velar por la humanidad. Pero aunque sus principios son muy loables, la naturaleza bestial y oscura de los vampiros hace que la desconfianza, la intriga y la traición sea practicada incluso entre los mismos aliados; la muestra de debilidades y errores puede suponer el fin de su existencia.

  2. 🙂 Es que la leo, una y otra vez y me emociono!!! 😦 Snifi
    R: Yo también que se le va a hacer… me costó mucho escribirla. No está perfecta pero bueno…

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