De Profundis – Arvo Pärt
Caminaba presurosamente por la calle. Se escondía en las largas sombras que se hospedaban en los portales, para espiar, escuchar los posibles pasos de su perseguidor.
Apretujaba el bulto que tenía entre sus brazos como si fuera su bien más preciado. Sin embargo, era todo lo contrario. Era su maldición. Continuó su huida, sabiendo que le quedaba poco tiempo. Se acercaba el final de su historia. Debía quemarlo. Sí, eso debía hacer. Destruirlo para siempre. Apretó el ritmo de su carrera para conseguir su propósito.
Miró hacia atrás. Ya oía sus pasos, claros, lentos, inexorables, pues Él no tenía prisa alguna; lo alcanzaría de igual forma. Después de todo, al final eso es lo único que no había podido conseguir. Tiempo.
Se acercaba. Estaba demasiado cerca. Volvió a mirar y entonces, lo vio. El terror se apoderó de toda su persona. No podía pensar en otra cosa sino en escapar. Correr y escapar. Cruzó la carretera mientras vigilaba la distancia que los separaba. Contempló sus ojos, donde la cordura perdía hasta el acento, donde el tiempo era devorado en su oscuridad, donde se reflejaba su propio miedo.
Un chirriar de ruedas, olor a goma quemada, un golpe seco y solo quedó su cuerpo inerte sobre el asfalto. El bulto se le escurrió de las manos, quedando tristemente abandonado, la tela marrón que lo envolvía se había abierto mostrando su contenido.
Él esperó al borde de la acera para observar la escena.
El conductor que había atropellado al transeúnte despistado estaba junto al cadáver, llamando por teléfono a la ambulancia y a la policía. La mujer que estaba en el asiento del copiloto le gritaba a su hija, que miraba por la ventana, que subiera la ventanilla del coche y que se tapara los ojos. En vez de hacer eso, salió del coche atraída por un objeto que estaba oculto bajo una tela marrón.
Estaba asustada, porque su padre había hecho daño a un señor. Pero estaba
segura de que su papá lo iba a solucionar todo y que el hombre después de que lo vieran los médicos, se pondría bien. Y qué alegría se llevaría cuando descubriera que su libro no se había perdido. Se lo daría a su padre para que se lo entregara. En ese momento, cuando lo tomó entre sus manitas, sintió un escalofrío. Alzó los ojos ante el hombre que la estaba mirando desde la acera, vestido de negro. Se preguntaba por qué la miraba. Su madre la cogió del brazo enfadada y le ordenó que subiera al coche inmediatamente y que no se moviera de allí, mientras ellos solucionaban el asunto.
La niña miró de reojo a la acera… seguía allí. Y le daba miedo. Así que se escondió en el asiento de atrás, con la esperanza de que desapareciera.
ÉL sonrió sin humor y dio media vuelta para seguir haciendo lo que debía de hacer.
por Arminda C. Ferrera
Me encanta, las fotos quedan genial 🙂 Y la música perfecta… Da mucho mal rollo… ¿Quién será el cazador?¿Qué secretos oculta ese libro? ARjjjjjj.
De coñita, con este relato me dan más ganas de ser como love-craft 😛
Nervios, intriga y dolor de barriga… ¡QUIERO SABER COMO TERMINA! Ains, que agonía 😀
Qué intriga, sí señor.
Gracias por la visita!
😉
yo he tenido ese sueño.
era un libro de cuentos, o para colorear, no lo recuerdo.
Vittt: INTERESANTE… un libro para colorear… en blanco
Kiram: lo de Love craft no me congratula
RMN: Lo mismo te digo
Kazemusha: pronto muy pronto
Gracias a todos por sus comentarios
Que poco me quieres… xD
A ver cuando pones el final, o al menos la continuación, que nos tienes en ascuas!
Vaya. Lo que sí que es verdad es que sabes aprovechar las oportunidades de Internet. Todo un multimedia de misterio muy bien entonado…
Un saludo
Pablo.
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