El lado oscuro y brillante de La luna

Ay madre, marcados por tu brillante efigie

Oscura estamos, de la noche y del aire

Eres espíritu de vida y muerte

Das con la diestra

y arrebatas con la siniestra.

Demonizada y deificada

Por aquellos que prometieron amarte

Por aquellos que juraron denostarte

Por los siglos de los siglos para siempre.

Ay madre, la eternidad es muy larga

Y por ti estigmatizados damos gracias

Que del jardín partieras y para nosotros

El mundo descubrieras infligiendo la ley severa.

Seremos a veces demonios y otras divinos

Pues es ahora el tiempo de tus hijos.

Por Arminda C. Ferrera

El sermón de la montaña (2)

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados […]

La gente empezaba a preguntarse si aquella lección entraba para examen. Preocupados sacaron sus tablillas de cera y el punzón para tomar apuntes afanosamente. Media hora más tarde seguía recitando…

– … Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.  Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.  Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno…

Uno de los que asistían al sermón, nervioso se levantó y comenzó a dar saltitos y a llamar al maestro con la mano alzada para lograr su atención.

Disculpe maestro… ¿va a ser una prueba teórica o práctica?

Por supuesto, práctica… saber la teoría no basta… – dijo algo confuso con la interrupción. Pero se arremangó las mangas, cogió aire y siguió declamando – Y también fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, déle carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer…

¡ Maestro, maestro!… -grito uno de sus discípulos -.

Que pasa ahoooraaa…

Maestro, mirad…

Y entonces se dio cuenta de que la mitad de la congregación se retorcía en el suelo gritando o gimiendo, agarrándose los muñones y estrujado los globos oculares con la mano sana que les restaban…

Bueno hay unos señores que han parodiado esta escena mejor que yo, seguro que conocen la película y los actores, que lo disfruten.