Double Trouble (Harry Potter and The prisoner of Azkaban) – John Williams
Aún podía escuchar a la dama del lago susurrarle al oído mientras se entregaba al sueño y la brisa la acariciaba dulcemente como si fueran sus manos. ¡Estaba tan cansada!
Era una sensación placentera la que le invadió cuando se empezó a adormilar; como si fuera una manta cálida y esponjosa que se posara sobre ella.
Un coro de voces infantiles cantaba una canción de cuna, eran las hadas del estanque dorado que velaban su descanso. Pero era más que una canción:
–¿Qué es lo que deseas dulce, dulce niñita, qué es lo que deseas…
–Volver a mi casa
–Llevarte no podemos, podemos no llevarte, mas mostrarte el camino podemos, podemos el camino mostrarte… cierra los ojos niñita y siente que eres aire, eres aire niñita y los ojos cierra. En el mundo de los sueños descubrirás la respuesta. La respuesta descubrirás de los sueños en el mundo, si al miedo superas…
Suavemente, escuchó la cantinela hasta que abandonó la pesadez del cuerpo cansado de tanto andar; atrás dejó la angustia de no encontrar el camino a su casa… ¡se sentía tan liviana!
Se elevó por encima del bosque como si su alma se convirtiera en pájaro, ligera como una pluma mecida por el viento. El cielo preñado de estrellas rutilantes y la luna le daban la bienvenida al anochecer. Subió por encima del río, del lago y del bosque, admirando la belleza del paisaje que ante sus ojos se mostraba. Más allá estaban las montañas donde se alzaba un castillo de cuento de hadas. ¿Sería el hogar del señor de esos dominios como le había dicho la ardilla o era su casa? No debía ir allí, le había dicho.
En estos pensamientos se debatía, cuando un movimiento le llamó la atención.
Allá debajo había un hombre, que cargaba en su hombro un gran hacha. Caminaba decidido entre los árboles buscando algo con prisa. Decidió posarse en una rama para observarlo más de cerca. Tenía el ceño fruncido, no sabía si era porque estaba enfadado o porque algún esfuerzo prolongado le hacía poner esa mueca tan ceñuda.

Castillo Neuschwanstein (Alemania)
Decidió seguirle, quizás en ese sueño se desvelara el misterio de aquél lugar. El hombre, que parecía ser un leñador, daba grandes zancadas y de vez encunado miraba a su alrededor. Los animales a su paso se escondían y se dispersaban, todos menos ella. Pues al estar soñando nada malo le iba a pasar.
De repente, se paró al ver que detrás de un seto se escondía un ciervo. Quiso darle alcance pero el animal al oírlo llegar salió corriendo. El leñador persiguió al ciervo que asustado intentaba huir de él.
–¿Dónde está? ¡Sé que lo sabes! – Gritaba – ¡la habrás visto seguro! ¡Anda cerca y tú la estás ocultando!
–Yo no la he visto – contestaba el ciervo al que el aliento le faltaba – pregúntale a las hadas del estanque, ellas saben…
Si lo que estaba viendo Blanca era cierto ese hombre la buscaba. Pero no quería ser encontrada.
–Como me hayas engañado – dijo parando en seco – vendré y con mi hacha te cortaré en pedacitos… – miró al cielo estrellado – no queda tiempo.
¡Estaba tras su pista! No, no quería que la descubriera. Debía hallar a Nunca Jamás, el cuervo, para que la guiara hasta su casa, antes de que el leñador la encontrara y la cortara con su gran hacha.
Comienzo: El ciclo Inconcluso
Por Arminda C. Ferrera