Sobre la divinidad (y las versiones del director)

Versión 1.1

Bajó la intensidad de la luz de las estrellas y colocó un taburete alto en medio de una nube, justo en el centro del cielo para que todos los ángeles pudieran ver y escuchar sin dificultades.  Estaba algo nervioso, por el miedo escénico pero estaba decidido a tirarse a la piscina del universo. Se arregló la túnica, se atusó la barba y limpió sus sandalias con esmero, antes de sentarse en el taburete.

Los ángeles, como les había indicado amablemente, aplaudieron cuando lo vieron aparecer en medio del firmamento y agitaron sus alas de excitación.  Pues según les había dicho el Señor era una ocasión especial.

Dios carraspeó para aclararse la garganta.  Silencio infinito.

–          Jesús entra en  un hotel, de noche, sin reserva ni perrillo que le ladre y se dirige al recepcionista y le pregunta… “¿Tiene cruces libres?

Y entonces los ángeles rompieron a reír, como le había dicho el Altísimo que hicieran, en el caso de que algo les gustara. Dios sonrió complacido y continuó sin parar con una lista de chistes que se había preparado.  Los arcángeles, los serafines y querubines se tronchaban de la risa (según le había explicado su divinidad que debían hacer). Todos menos uno, LUCIFER, al que no le hacía puta gracia.

–          ¿Por qué no te ríes? Preguntó Dios

–          Pues porque tienes menos gracia que un agujero negro…

Dios, que no llevaba muy bien las críticas y menos, una contravención de su mandato, montó en cólera.

Y el resto de la historia es de todos conocida.

Versión 2.0

Se abrieron los cielos del Edén de buena mañana y tronó la voz de Dios desde lo alto.

–          Iban dos… y se cayó el de en medio – Y Adán y Eva se partían el culo… cada vez que lo contaba, sin descanso, como si fuera la primera vez. No como esa desagradecida de Lilith.

Y dios estaba contento con ellos, los mimaba, cuidaba y les daba animalitos para jugar.

–          ¡Ala! A procrear se ha dicho… decía sonriente y ellos le obedecían raudos.

Todo era maravilloso, estaba en el paraíso; al fin había creado a alguien que se riera de sus chistes sinceramente.

Marchaba estupendamente su relación hasta aquel día nefasto, durante una fiesta de disfraces en la que Adán y Eva iban vestidos de hojas de parra:

–          Iban dos… y se cayó el de en medio – No se oyó ni un alma, los grillos sonaban algo confusos porque no sabían qué hacer – ¿Qué ocurre? ¿Por qué no reís?

–          Es que…. – contestó Eva – La serpiente a la hora de la merienda,  me explicó el chiste…

–          ¿No podrías contarnos otro más gracioso? – Apoyó Adán -.

–          ¡Puto Lucifer! ¡Me cago en dios! – Gritó Dios desde el cielo y su ira fue grande-.

…Y el resto, es historia.

Inspirado en El Profeta Sexy (Revelaciones)

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