Fuego dentro del agua…

Y lejos de degradarse con el tiempo, como las letras escritas en un papel, cada día, cada noche, cada instante, en cada aliento, se hacía más fuerte y  más insondable, tanto que no hallaba principio ni final en esa inmensidad;  en ese silencio calmo henchido  de aquello que no se podía explicar con palabras.  De todo aquello que provocaba la risa y el llanto más sinceros, la cálida euforia desbordante y la respetuosa quietud,  al mismo tiempo.