Recuerdos (Un Día Cualquiera)

Making of Cyborg (Ghost in the Shell OST) – kenji kawai

Ella reía. Caminaban por el parque cogidos de la mano hasta la puerta de su casa y, casi sin darse cuenta, hacían el amor en su dormitorio.
Sus labios se entrecruzaban, su piel se fundía y no sabía muy bien dónde empezaba él y terminaba ella. Cerrados los ojos sus sentidos se hacían aún más agudos, notando las gotas de sudor corriendo por su torso, y la lengua de Yoichi recorriendo su vientre, la primera exploradora en un territorio virgen. Los susurros precedieron a los suaves gemidos, los dedos se clavaron en los tatuajes y las piernas de Hanako hicieron presa en las caderas.

Durmieron abrazados, y el tiempo no existía para ellos.
Abrieron los ojos casi a la vez, y se sonrieron. Por primera vez vieron sus cuerpos desnudos sin el ardor del deseo, ella estaba avergonzada, él seguro de que había encontrado a la mujer perfecta. Pero a la hora de vestirse pasó algo, un enorme error que cambiaría su vida: Él, su joven y apuesto Romeo, le vio el tatuaje, y supo quien era ella. Pero no le importó, “todos somos iguales”, le dijo, “tú sólo eres la mano que ejecuta las órdenes de la cabeza”. Ella se sonrojó, sabía que aquello había terminado, por primera vez sintió vergüenza de lo que hacía. Él le acarició la cara y la besó.

Se despertó extrañada, hacía mucho tiempo que no soñaba con Yoichi. Desde la noche en la casa de los Takanawa. Lo echaba tanto de menos…
Él le había enseñado la belleza que escondía el mundo, le había descubierto el placer que se sentía al estar con la persona amada, le había descubierto la poesía. Creyó notar sus manos acariciando su pelo, se giró dispuesta, pero era solo “whisper” buscando un sitio para dormir en la almohada.
Lloró, lloró porque estar en Nueva York no tenía sentido sin él; porque una casa llena de gatos era un sinsentido y, sin embargo, ya no le importaba. Lloró y lloró, y de nuevo cayó en la inconsciencia.
Ahora soñaba con aquellos momentos de nerviosismo e ilusión. Cuando empezaron a imaginar una vida nueva, cuando le enseñó que el mundo era mucho más; que él, pese a haber matado, había tenido muchas más experiencias. Le mostró que tenía el mundo en sus manos.
Comunicó a su padre que lo dejaba, que se iba con Yoichi a Estados Unidos y que nunca volvería a matar a nadie. Había sido valiente, y ahora lo esperaba inquieta. Tenía las maletas hechas, preparada para empezar de nuevo junto a él, incluso podía estudiar… Pero él se retrasaba ya una hora. Se quedó dormida esperando hasta que el timbre de la puerta la hizo despertar. Saltó ilusionada a recibirle, esperando un beso y una disculpa por su tardanza… sonriendo abrió la puerta que daba al pasillo.
No había nadie, sólo una caja de madera. Una caja de madera.
Sabía lo que eso significaba.
Abrió la tapa con las manos temblorosas y allí vio el dedo de Yoichi, con un paño goteante de sangre, y con la caligrafía de su padre una nota: Ya no tienes a nadie con quien escapar. Eres mi hija. Cumple con tu obligación o quítate la vida, porque no pienso sufrir la deshonra de ser yo quien recoja una caja con tu dedo”.

Escrita por Almudena L. Bruñas

Extracto del Séptimo capítulo de “Un Día Cualquiera”. Para leer el relato desde el principio hacer un click AQUí, o si quieren leer solamente el capítulo dirigios al enlace que está a continuación.

Un Día Cualquiera (7)

La Tormenta (Un Día Cualquiera)

La lluvia le golpeaba los ojos, un enorme manto formado por millones de gotas lo cubría todo y a todos. No tenían ganas de seguir. No iban a volver jamás allí, al centro del horror y de las miserias humanas.

Ellos no eran hermanas de la caridad, precisamente. La más joven había matado a cientos de personas sin pestañear si quiera y el más viejo había crecido en un mundo donde nada es lo que parece y donde la familia toma un concepto muy poco agradable que no invita, precisamente, a descansar en su seno.

No eran unos nenazas, y sin embargo allí estaban, mirando al horizonte sin ver nada, escuchando el ruido del tráfico, las voces de los ocupantes de los coches y la lluvia golpear las carrocerías, incluso Kitano podía escuchar el ruido de los tacones de aquellas ilusas mujeres corriendo hacia el portal más cercano, riendo entre ellas, con sus bolsas de Cerruti o de Carolina Herrera, descansando en su mullido cojín de protección, ignorantes de lo que realmente ocurría en la tierra, exactamente a unos metros por debajo de ellas.

No querían pensar en nada de lo ocurrido. Poco a poco sus pies se fueron moviendo inconscientemente, primero uno, luego otro. Dejaron atrás la boca del metro por donde habían entrado unas horas antes y siguieron caminando, como muertos vivientes, hacia el coche. Cruzaron un mar de personas malhumoradas, paraguas y empujones y aterrizaron en la acera de enfrente, ahora vacía. Un póster pegado en el escaparate les hizo volver a la realidad: Una pequeña y preciosa niña abrazaba feliz un oso enorme y marrón. Una niña rubia, con los ojos azules, mejillas sonrosadas… una niña, sólo una niña.

Escrito por Almudena L. Bruñas

Hay situaciones en las que hasta a tres delincuentes habituales les puede sobrepasar. Asomarse al Underground, ser testigo de las bajas pasiones y las aterradoras perversiones del ser humano, no es un plato  para paladares exquisitos.

Extracto del quinto capítulo de «Un Día Cualquiera». Para leer el relato desde el principio hacer un click AQUí, o si quieren leer solamente el capítulo dirigios al enlace que está a continuación.

Un Dia Cualquiera (5)

Bienvenido a La Viuda Negra (Un día Cualquiera)

Do What I Say – Clawfinger

Cuarto capítulo de la historia «Un Día Cualquiera» escrita por Almudena L. Bruñas. Un relato apasionante sobre las mafias de New York, sobre las bajas pasiones y la búsqueda de una niña por una asesina, un vividor y un chico de los recados, para salvarla de un mundo sórdido, decadente y peligroso.

En la puerta de aquel local, viendo como hombre y mujeres bien vestidos entraban junto con chicos y chicas góticos, algunos incluso con prótesis en los colmillos, mientras la lluvia volvía a empapar su melena, resbalando por su gabardina impermeable, volvía a dudar. Puzzo y Palucci ya habían entrado, ahora le tocaba a ella, tenía que disimular. Disimular… antes había sido tan fácil… Un paso, luego otro, llegó a la puerta, los porteros no la interrumpieron en sus pensamientos, y una nube de humo y de luces de colores la asaltaron por sorpresa.

Cientos de personas, algunas vestidas como esclavos sexuales, otras como dominadores, todo en negro y plata, bailaban una frenética danza al compás de una música que taladraba los oídos de la japonesa. Se acercó rápidamente a la barra, pidió un martini seco, y le preguntó al camarero si “en la planta de arriba haría sol como en verano”, que supuestamente era la clave para subir a la zona “VIP” donde la gente rica se divertía con sus muñequitas sexuales, con camas redondas e incluso con orgías multitudinarias. El camarero le dio una tarjeta plateada y señaló al portero que esperaba en lo alto de una escalera de hierro, en cuya cúspide había una puerta acolchada negra, vigilada por aquel matón.

Hanako se preguntó de donde saldrían aquellos tipos, parecían creados en serie, para guardar puertas y pegar palizas, todos grandes como armarios, con cara seria, y mirada enfadada.

Desde las escaleras, la discoteca gótica se veía mejor, la gente era como una alfombra que se movía y retorcía, en las esquinas oscuras parejas se comían a besos. Nadie parecía fijarse en aquella escalera, ni siquiera se sentaban los cansados bailarines.»

Si quieren leer el capítulo entero solo tienen que  picar encima del enlace, o bien, empezar este fascinante viaje desde el principio aquí.

Un Día Cualquiera (4)

Empieza la investigación… por Almudena L. Bruñas

Eastern Promises – (Eastern Promises OST) Howard Shore

http://www.goear.com/files/sst4/0b61934864b56a3297e2c44161c19f83.mp3

Mafia rusa, novela negra, manos, tatuajes iniciáticos

Capítulo 3 de la novela escrita por Almudena L. Bruñas.

La nieta de un capo de la Cosa Nostra, en Nueva York, ha desaparecido. Kitano (una asesina huída de la Yakuza) y Jake (un buen hombre con una mala vida) son contratados para buscar su paradero. También deben descubrir quién podría haber cometido un acto que podría desatar una guerra entre las distintas familias que operan en la ciudad. Pero el tiempo corre en su contra.

El primero de la lista: Carlov, dueño de una tienda de empeños.

Un Día Cualquiera (3)

Y comienza así:

«Jake no lo creía: Kitano iba a cobrar diez veces más que él. ¿Por qué? Se le ocurría que cinco mil dólares ya era mucho, teniendo en cuenta que era su primer trabajo. Pero le parecía un poco injusto, que a aquella asesina le pagaran tanto… Encima en un asunto en donde no tenía que matar a nadie. Claro, que a lo mejor a aquella mujer le costaba mucho no apretar el gatillo; o no cortarte a pedacitos con la espada japonesa que llevó en su primer encuentro.»

Si queren leer el relato desde el principio, pueden pinchar aquí, o bien ir a la página de relatos.

Amor, amar por Almudena L. Bruñas

http://www.goear.com/files/sst4/bec971f277ca29883330c41dc3c5e9a3.mp3

Amor parejas sexo

Dedos deshaciendo lazos,

cordones que caen

y hombros que se desnudan.

Danza tímida y ligera,

risas nerviosas

por tardar en alcanzar lo ansiado.

Manos acariciando muslos,

labios explorando vientres,

cuellos de cisne son los brazos

que al enlazarse se funden,

trepadoras hiedras son las piernas

que quieren crecer en su cintura.

Mas cuando el pacto se sella

con el silencio de los labios,

y las suaves gotas de rocío

corren por su espalda,

cuando el gusano de su capullo escapa

y pecho y vientre al unísono laten,

es el gemido que brota de las almas,

tan cerca del llanto los ángeles,

los que los despiertan del cálido sueño

que por un instante elevó al cielo sus almas.

Para devolverlas a la tierra

cuando nace la mañana.

Por Almudena L. Bruñas