Sobre lo inevitable

Femme Fatale Desktop by Stuntkid

Je ne veux pas travallier – Pink Martini

Con una solitaria copa de líquido ambarino con dos piedras de hielo a medio derretir en la barra de un bar, las uñas pintadas en rojo sangre… seguramente por arrancarle el corazón a los hombres,  acerca el vaso a sus labios carmesíes mientras levanta el velo negro que ensombrece su mirada. Sentada en un taburete, mostrando con algo de provocación sus elegantes piernas cruzadas tras la abertura de la falda, acariciadas por una medias como humo y sus zapatos de tacón negro,  la mantenía fuera del alcance de los mortales comunes.

Esperaba al hombre de sombrero de ala ancha y gabardina que fumaba Ducados… para que la invitara a un trago… un tipo duro al que no le quedara corazón que pudiera devorar. Pues inevitablemente un verdugo no tiene razón de ser si no posee una víctima a la que martirizar… y viceversa. De eso iba la historía: vestidos así no había otro fin posible…

La historia de una mirada

Esa mirada persistía en mi recuerdo, reaparecía en el rostro de los extraños convirtiéndolos en familiares; y  aún con los ojos abiertos, ya lúcida, la veía intuida en cualquier rostro…  como cuando uno mira directamente al sol y su imagen perdura aún con los ojos cerrados, mucho tiempo después de que este haya desaparecido tras el horizonte.

Sombras en la niebla

Sobre la divinidad (y las versiones del director)

Versión 1.1

Bajó la intensidad de la luz de las estrellas y colocó un taburete alto en medio de una nube, justo en el centro del cielo para que todos los ángeles pudieran ver y escuchar sin dificultades.  Estaba algo nervioso, por el miedo escénico pero estaba decidido a tirarse a la piscina del universo. Se arregló la túnica, se atusó la barba y limpió sus sandalias con esmero, antes de sentarse en el taburete.

Los ángeles, como les había indicado amablemente, aplaudieron cuando lo vieron aparecer en medio del firmamento y agitaron sus alas de excitación.  Pues según les había dicho el Señor era una ocasión especial.

Dios carraspeó para aclararse la garganta.  Silencio infinito.

–          Jesús entra en  un hotel, de noche, sin reserva ni perrillo que le ladre y se dirige al recepcionista y le pregunta… “¿Tiene cruces libres?

Y entonces los ángeles rompieron a reír, como le había dicho el Altísimo que hicieran, en el caso de que algo les gustara. Dios sonrió complacido y continuó sin parar con una lista de chistes que se había preparado.  Los arcángeles, los serafines y querubines se tronchaban de la risa (según le había explicado su divinidad que debían hacer). Todos menos uno, LUCIFER, al que no le hacía puta gracia.

–          ¿Por qué no te ríes? Preguntó Dios

–          Pues porque tienes menos gracia que un agujero negro…

Dios, que no llevaba muy bien las críticas y menos, una contravención de su mandato, montó en cólera.

Y el resto de la historia es de todos conocida.

Versión 2.0

Se abrieron los cielos del Edén de buena mañana y tronó la voz de Dios desde lo alto.

–          Iban dos… y se cayó el de en medio – Y Adán y Eva se partían el culo… cada vez que lo contaba, sin descanso, como si fuera la primera vez. No como esa desagradecida de Lilith.

Y dios estaba contento con ellos, los mimaba, cuidaba y les daba animalitos para jugar.

–          ¡Ala! A procrear se ha dicho… decía sonriente y ellos le obedecían raudos.

Todo era maravilloso, estaba en el paraíso; al fin había creado a alguien que se riera de sus chistes sinceramente.

Marchaba estupendamente su relación hasta aquel día nefasto, durante una fiesta de disfraces en la que Adán y Eva iban vestidos de hojas de parra:

–          Iban dos… y se cayó el de en medio – No se oyó ni un alma, los grillos sonaban algo confusos porque no sabían qué hacer – ¿Qué ocurre? ¿Por qué no reís?

–          Es que…. – contestó Eva – La serpiente a la hora de la merienda,  me explicó el chiste…

–          ¿No podrías contarnos otro más gracioso? – Apoyó Adán -.

–          ¡Puto Lucifer! ¡Me cago en dios! – Gritó Dios desde el cielo y su ira fue grande-.

…Y el resto, es historia.

Inspirado en El Profeta Sexy (Revelaciones)

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SOBRE LO DIVINO

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA II

Al otro lado del Espejo

Alicia al filo del bordillo de la acera miraba al asfalto negro, oscuro como un profundo e inmenso agujero.

Escudriñaba el río petroquímico que, en un alarde de originalidad, se había fundido ante sus ojos y transformado en un burbujeante fluido aceitoso y exultante, que pareciera saludarla con alegres explosiones y gases venenosos. Debía cruzar al otro lado…

Alicia poseía una fecunda imaginación, una imaginación voraz, terrorífica en ocasiones, que le brindaba toda una gama de diversiones; ideal para crear aventuras y peligros detrás de cada esquina ocultos en la cotidianidad: el pasillo de su casa era un pasadizo lleno de trampas idéntico al que tuviera que atravesar Indiana Jones en el Templo Maldito, las alfombras en monstruos que intentaban atraparla, las paredes en ralladores de queso asesinos que acechaban a los incautos…

El país de las Pesadillas que se Cumplen era un parque de atracciones donde a veces era la reina de corazones, otras el Sombrero Loco.

Debía cruzar al otro lado… y la acera se convirtió en una cuerda de equilibrista donde al fondo no le esperaba la red sino el vacío. El conejo blanco fiel y estúpido compañero, sacudía su reloj y brincaba llevado por la histeria sobre el cable…

¿Por qué era una pirata con patas de palo? ¿una muñequita de porcelana inarticulada? ¿qué juego era ese? ¿cuál era su finalidad? ¿Reír? ¿Llorar?… odiaba que le gustara tanto llevar las situaciones al límite, al extremo, donde era todo o nada, vida o muerte, alegría o desesperación. Un mundo de contrapuestos absolutos, distorsionado y moldeado a la medida de sus miedos.

Esa era su realidad, su mundo del que quisiera despertar, atravesar el espejo y descubrir que “El País de las Pesadillas que se Cumplen” había quedado atrás para siempre, y que el asfalto era asfalto… y que las alfombras pedazos de tela inerte…

Alicia quería cruzar al otro lado… pero no sabía cómo.

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Recuerdos (Un Día Cualquiera)

Making of Cyborg (Ghost in the Shell OST) – kenji kawai

Ella reía. Caminaban por el parque cogidos de la mano hasta la puerta de su casa y, casi sin darse cuenta, hacían el amor en su dormitorio.
Sus labios se entrecruzaban, su piel se fundía y no sabía muy bien dónde empezaba él y terminaba ella. Cerrados los ojos sus sentidos se hacían aún más agudos, notando las gotas de sudor corriendo por su torso, y la lengua de Yoichi recorriendo su vientre, la primera exploradora en un territorio virgen. Los susurros precedieron a los suaves gemidos, los dedos se clavaron en los tatuajes y las piernas de Hanako hicieron presa en las caderas.

Durmieron abrazados, y el tiempo no existía para ellos.
Abrieron los ojos casi a la vez, y se sonrieron. Por primera vez vieron sus cuerpos desnudos sin el ardor del deseo, ella estaba avergonzada, él seguro de que había encontrado a la mujer perfecta. Pero a la hora de vestirse pasó algo, un enorme error que cambiaría su vida: Él, su joven y apuesto Romeo, le vio el tatuaje, y supo quien era ella. Pero no le importó, “todos somos iguales”, le dijo, “tú sólo eres la mano que ejecuta las órdenes de la cabeza”. Ella se sonrojó, sabía que aquello había terminado, por primera vez sintió vergüenza de lo que hacía. Él le acarició la cara y la besó.

Se despertó extrañada, hacía mucho tiempo que no soñaba con Yoichi. Desde la noche en la casa de los Takanawa. Lo echaba tanto de menos…
Él le había enseñado la belleza que escondía el mundo, le había descubierto el placer que se sentía al estar con la persona amada, le había descubierto la poesía. Creyó notar sus manos acariciando su pelo, se giró dispuesta, pero era solo “whisper” buscando un sitio para dormir en la almohada.
Lloró, lloró porque estar en Nueva York no tenía sentido sin él; porque una casa llena de gatos era un sinsentido y, sin embargo, ya no le importaba. Lloró y lloró, y de nuevo cayó en la inconsciencia.
Ahora soñaba con aquellos momentos de nerviosismo e ilusión. Cuando empezaron a imaginar una vida nueva, cuando le enseñó que el mundo era mucho más; que él, pese a haber matado, había tenido muchas más experiencias. Le mostró que tenía el mundo en sus manos.
Comunicó a su padre que lo dejaba, que se iba con Yoichi a Estados Unidos y que nunca volvería a matar a nadie. Había sido valiente, y ahora lo esperaba inquieta. Tenía las maletas hechas, preparada para empezar de nuevo junto a él, incluso podía estudiar… Pero él se retrasaba ya una hora. Se quedó dormida esperando hasta que el timbre de la puerta la hizo despertar. Saltó ilusionada a recibirle, esperando un beso y una disculpa por su tardanza… sonriendo abrió la puerta que daba al pasillo.
No había nadie, sólo una caja de madera. Una caja de madera.
Sabía lo que eso significaba.
Abrió la tapa con las manos temblorosas y allí vio el dedo de Yoichi, con un paño goteante de sangre, y con la caligrafía de su padre una nota: Ya no tienes a nadie con quien escapar. Eres mi hija. Cumple con tu obligación o quítate la vida, porque no pienso sufrir la deshonra de ser yo quien recoja una caja con tu dedo”.

Escrita por Almudena L. Bruñas

Extracto del Séptimo capítulo de “Un Día Cualquiera”. Para leer el relato desde el principio hacer un click AQUí, o si quieren leer solamente el capítulo dirigios al enlace que está a continuación.

Un Día Cualquiera (7)