Sobre los Cuatro Jinetes del Apocalipsis

Los Cuatro Jinetes cuya Cabalgada presagia el fin del mundo son conocidos como: Muerte, Guerra, Hambre y Peste. Pero hasta los acontecimientos menos importantes tienen sus propios jinetes. Por ejemplo, los Cuatro Jinetes del Resfriado Común son Moquera, Congestión De Pecho, Napia y Falta de Pañuelos. Los Cuatro Jinetes cuya aparición anuncia cualquier fiesta del calendario son Tormenta, Ventolera, Aguanieve y Carril Habilitado En Sentido Contrario. 

Tiempos interesantes de Terry Pratchett

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En el camino

The Chamber of Secrets (Harry Potter and The Chamber of Secrets OST) – John Williams

irada en el suelo respiraba con dificultad a causa del esfuerzo que había realizado. Poco a poco el hechizo en el que estuvo sumida en el Estanque de las Hadas se fue desvaneciendo. Había sido como un sueño raro en el que no era consciente del todo de lo que ocurría.

NUNCA el cuervo se posó delante de ella. Podría decirse que su actitud era ufana. Ahora se acordaba de él, era su guía, el que la llevaría a casa, seguro.

Menudo susto me diste allá atrás, pájaro malo, malo! – le reprendió con el dedo en ristre y amenazante – ¿No era más fácil que me dijeras que me marchara? Claro que tú prefieres no hablar… ¿por qué Nunca, por qué no hablas? Será porque no tienes nada que decir o porque tienes muchas cosas que callar, ¿eh?

La única respuesta, como siempre había sido desde que se perdió en esta tierra extraña, un gesto indiferente con su cabecita ladeada y sus ojos ambarinos fijos en ella.

Había encontrado, en su loca carrera por casualidad, un camino que atravesaba la foresta y la conducía hacia las montañas. Así sería más sencillo y de esa forma evitaría a las hadas odiosas que querían ahogarla, o hacerle daño.

Siempre pensé que las hadas eran seres bondadosos… ¡qué desilusión! – le dijo a su acompañante mientras caminaba; Nunca volaba de rama en rama. Esta vez no se separaba mucho de Blanca, quizás por miedo a que se perdiera o porque quería vigilarla de cerca – ellas tampoco son de tu agrado por lo que veo, pues saliste huyendo como un cobardica al oírlas, dejándome con esas chifladas… ¿Qué clase de compañero eres que me abandonas a la primera de cambio?

Seguía al pájaro cómodamente, se había acabado correr en pos de él, ahora se habían vuelto las tornas. Sonreía triunfante porque por una vez sentía que era la que mandaba en ese inusual dueto. Y no iba a perder la oportunidad de divertirse un poco a su costa.

–  Creo que voy a descansar un ratito ¿Te parece bien? ¡Uy! Se me olvidaba que te comió la lengua el gato… ¿o el hada…? – sonrió maliciosamente – Bueno, no creo que tengas mucha prisa ¿verdad?

Cogió unas bayas de un arbusto que no estaban muy lejos del camino y se sentó a la sombra de un árbol, rodeado de helechos.

– ¡Sabes, Nunca! Me encanta tener estas conversaciones contigo – el cuervo emitió un graznido agudo y batió las alas – Tienes toda la razón, nunca lo hubiera expresado mejor, Nunca… – levantó el vuelo. Parecía no aceptar las bromas.

Lejos de asustarse, Blanca siguió comiendo tranquilamente, esperando a que regresara. Tenía la intuición de que Nunca Más volvería, pues algo le decía que tenía mucho interés en llevarla a su casa, si no, ¿por qué había ido a rescatarla de las hadas malignas arriesgándose a ser devorado por una de ellas? Lo que se le escapaba era el motivo, pues dudaba que el antipático pajarito lo hiciera por tener un corazón de oro.

Comienzo: El Círculo Inconcluso

Continuación: La niña, el cuervo y la bruja

Por Arminda C. Ferrera

Adios al bosque

Professor Umbridge (Harry Potter And The Order Of The Phoenix OST) – John Williams

e despertó y la luz dorada del sol del amanecer se abría paso entre el follaje, acariciándole el rostro suavemente como la cálida mano de una persona querida que intentaba despertarla. Sonrió. Pero al abrir los ojos cayó en la cuenta de donde se encontraba. Las enredaderas habían reptado por su cuerpo, el musgo se había acomodado entre su pelo y sus diminutas flores comenzaban a abrirse para saludar el día. El olor a sabia y humedad penetró sus fosas nasales al inspirar fuertemente como si llevara mucho tiempo durmiendo y el cuerpo al iniciar la actividad necesitara un aporte mayor de oxígeno. Y a pesar de que el bosque a la luz del amanecer era hermoso estaba melancólica. Aunque no recordaba porqué. Se estiró y las plantas se retiraron lentamente. Una luz tintineante se interpuso en su campo de visión. Agudizó la vista para ver de qué se trataba.

–                  ¡Un hada! – y como si el hada le contestara se oyó el timbre de miles de campanillas diminutas. Parecía que quería que la siguiera – Claro, ¿A dónde me llevas?Oh sí, tengo mucha hambre; también, tengo la garganta seca

Siguió su estela hasta la orilla del lago y bebió de sus aguas doradas y transparentes, mientras el hada, posada sobre un nenúfar, esperaba. Un cosquilleo le recorrió el cuerpo. No pudo aguantar las ganas de reír.

No sé por qué me río… – se limpió la boca con el torso de la mano.

Y en verdad, la nostalgia se iba alejando a cada sorbo que daba a esa agua tan fresquita.

El hada tintineó de nuevo mientras abandonaba su cómodo asiento.

Y al cabo de pocos segundos estaba rodeada de pequeñas luces. Dibujaban en el aire bonitas filigranas efímeras en distintos colores. La guiaron hasta un arbusto lleno de frutos pequeños pero muy dulces. Comió hasta saciarse y la sensación de tristeza desapareció. Y todo a su alrededor era alegría y algazara.  Los faeris correteaban por encima del agua del lago y hacían piruetas imposibles para entretenerla.

Ven Blanca al aguaal agua Blanca ven

, me apetece bañarme.  ¿Creen que yo también podré volar si me quedo lo suficiente?

Se acercó a la orilla y observó el fondo lleno de plantas acuáticas y de peces de colores.

Acércate a mía mí acércate

Una imagen empezó a formarse ante sus ojos. Una mujer muy bella que la miraba con ojos dulces y familiares. Estiró su mano para tocarla.

Veen, veen – Hipnotizada por su beldad se inclinó sobre las aguas. Los dedos  de la ondina sobresalieron de la superficie del lago,  a punto de alcanzarla – ¡VEN!

Un chillido estridente le hirió los oídos y la distrajo por un momento

Nunca más, Nunca más, no es bien recibido, no. Aquí no tiene dominio, su dominio no tiene aquíNUNCA MÁS, NUNCA MÁS, NUNCA MÁS.

Un cuervo se abalanzó sobre ella dándole picotazos, agarrando con su pico sus ropas y tironeando de ellas, emitiendo espeluznantes graznidos. Las hadas revoloteaban a su alrededor para entorpecer al ave que parecía poseído por la furia. Blanca manoteaba para quitarse de encima al animal.

Bicho malo, ¡quítenmelo de encima! ¡Quítenmelo de encima!

La ondina, que había sacado medio cuerpo del agua, antes el parangón de la hermosura era ahora una pesadilla. Abrió la boca y aulló. Su boca llena de dientes puntiagudos estaba transformada en una mueca maligna e intentaba atrapar al cuervo para comérselo.

Esa visión terminó por llevar a la histeria a Blanca, que ya no sabía qué le daba más miedo si el cuervo o esa cosa inmunda. Así que corrió, corrió hasta que sus piernas le fallaron por el cansancio. Y huyó del bosque, hacia la montaña.

Vuelve, Blanca… Vuelve con nosotros

Por Arminda C. Ferrera

El comienzo: El cíclo inconcluso


Continuación: En el camino