La niña, el cuervo y la bruja

Caminando a través del bosque estaba contenta. Pronto llegaría a casa. Y su madre le abrazaría al verla,  aliviada por que nada malo le había ocurrido. Y su padre la cogería para estrujarla con sus brazos mientras le decía “qué susto hemos pasado”. Sí, en su rostro se reflejaba la alegría mientras no perdía a Nunca Más de vista.  Cubría tramos cortos volando para posarse en alguna rama a la espera de que le alcanzara. Se quedaba observándo pacientemente mientras ella  avanzaba sorteando raíces, ramas bajas y peñascos que se encontraban  por la senda que marcaba el cuervo:

–          ¿Queda mucho para llegar Nunca Más? – se apoyó en el tronco del árbol donde aguardaba el ave negra para tomar resuello – no recuerdo nada de todo esto…  creo que andamos perdidos – el cuervo se limpió el pico en la rama y la observó con los ojillos ambarinos –quizás deberíamos probar otro camino, este parece no llevar a ninguna parte.

La niña se sorprendió a sí misma manteniendo hipnotizada la mirada al animal. Parecían dos joyas de cientos de miles de años que no hubieran perdido su lustre con el transcurso del tiempo. Parecían dos cristales por el que se pudieran contemplar el pasar de las eras.  Refulgían de inteligencia.  Un tintineo la distrajo de sus cavilaciones.

A un lado de su compañero  emplumado, colgado de una rama más alta había un objeto de metal y cristal que al moverse producía ese ruido. Una suave brisa lo hacía oscilar.

–          ¿Qué es eso?  – se acercó para inspeccionarlo más de cerca. El cuervo agitó las alas y graznó ruidosamente  persuadiendo  a Blanca de que se aproximara más. Y levantando el vuelo con su pico tironeaba de las cuerdas que lo sujetaban,  con el consiguiente escándalo al agitar las ramas. Clink clinck clinck las cuentas de cristal destellaban cuando de forma casual le alcazaba un rayo de sol.

–          Pajarito, pajarito, lindo pajarito – se oyó una voz más allá ronca y raspada de mujer – lindo pajarito…

Y de repente las tornas se cambiaron y el cuervo que con su pico quería romper las cuerdas, estas enredaron en él e inmovilizó las alas con siniestra autonomía. Blanca reprimió un grito cuando vio que su compañero había caído en una trampa. Escuchó crujido de ramas y unos pasos que se acercaban. Al oír esto corrió a esconderse. No podía irse muy lejos pero tampoco quería que la dueña de esa voz que le erizaba los pelos descubriera su presencia

–          ¡Oh,  un cuervo! Qué maravilla – aplaudió de puro contento una mujer pequeña y seca, tan vieja que su piel parecía estar hecha de corteza de árbol. Sus manos huesudas parecían las ramas deshojadas en invierno – ¡Qué delicioso placer más inesperado!

El ovillo de plumas, pico y cuerda en el que se había convertido Nunca Más oscilaba de aquí para allá, pues indudablemente estaba intentando liberarse.  Sopló el viento gimiendo arrastrando hojas  y  levantó a la mujer huesuda vestida con un traje sucio y marrón a la altura del paquete animado. Sacó una hoz y sesgó las cuerdas. Y así flotando encima del aire se deslizó tarareando una cancioncilla alegre.

-Tit tiri ti ti, titi titi, tarirorari mm mm

Blanca se tapaba la boca horrorizada escondida entre los helechos que estaban a la sombra de los árboles. Siguió a la anciana, que hablaba distraída a su presa, a cierta distancia cuidando de no hacer ruidos delatores.

–          Me vendrá bien un caldito de ave, conservaré tus ojos para ver en la distancia… no te preocupes tendrás una muerte rápida, solo te dolerá un segundo.

Camuflada entre la pared de una gran roca cubierta de musgo y vegetación se hallaba la casa de la anciana y fuera en el hogar una gran marmita burbujeante.

–          Le añadiré unas verduritas para que te den buen sabor

Dejó a Jamás sobre un tocón y subió las escaleras adentrándose en la piedra. Blanca salió corriendo de su escondrijo para rescatar al pobre animal. Pero cuando estaba a punto de cogerlo, oyó a la anciana que regresaba y se tuvo que tirar cuan larga era tras unos arbustos cercanos. Temblaba de miedo. No podía quedarse sin Nunca Más, ¿quién la llevaría a casa entonces? Él le hacía compañía y en cierta forma le había cogido aprecio a su negro y silencioso amigo. Se hizo daño en las palmas de las manos y rodillas. La mujer traía consigo una cesta con hortalizas y verduras y un gran cuchillo. Tenía puesto un delantal de flores manchado. Cogió a Jamás con sus manos huesudas dispuesta a retorcerle el pescuezo.

De repente se levantó un viento fortísimo y la señora tuvo que cubrirse los ojos para protegerse de las hojas. Blanca también tuvo que protegerse pues parecía provenir de todas partes. Cuando abrió los ojos y apartó un poco las ramas del arbusto para ver, se quedó sorprendida al ver una figura que le impedía ver a la mujer. Una figura humana alta ataviada con un largo manto negro y capucha pesada.

–          Buenos días buena anciana ¿preparando el almuerzo? – su voz era dura, metálica y fría, demoledora como el sonido de un glaciar al quebrarse

–          Eso parece – dijo con tono desafiante – tengo el delantal puesto y el fuego presto, ¡qué mente lúcida la suya al mostrar lo evidente!

–          De todos los animales que reptan, nadan, corren y vuelan por estos mis dominios, es curioso que haya elegido precisamente a este para saciar su apetito

–          Da igual gallina, serpiente, sapo, o cuervo – ¿tiene algún interés específico en este precisamente?

–          Llevo esperándolo largo tiempo, anciana vetusta, Nunca Más es su nombre

–          Y yo me llamo Gargan, encantada… pero que tenga nombre no le salva de mi cazuela… a no ser… que consiga algo mejor.

–          Sabe quién soy… después de tanto tiempo aún no ha aprendido nada

–          Señor o no de estos dominios el hambre es tan mala como la arrogancia, hace ver las cosas distorsionadas

Blanca cambió de posición para ver la escena mejor, pero se quedó petrificada al ver que esa imponente figura giró un poco la cabeza. Momento en el que la vieja aprovechó y pronunció unas palabras arcanas en tono grave y vibrante, y el manto cayó pesadamente al suelo vacio mientras despedía un denso humo negro. Pero este no se disipó sino que se arremolinó y se condensó de nuevo para formar la figura de un hombre de pelo negro como la noche y piel pálida como la luna llena.

-GARGAN, NO HA SIDO MUY INTELIGENTE NI GENTIL DE SU PARTE – su voz retumbó como el trueno

– Quizás no, o quizás… – apareció al lado de ella – SI – le agarró del pelo y la hizo levantar del suelo. Ella gritó. A pesar de su apariencia endeble tenía mucha fuerza. El hombre se giró hacia donde estaban ambas, anciana y niña. Blanca intentaba escabullirse pero le agarraba del cabello con crueldad manteniéndola de puntillas.

– ¡Me hace daño! ¡me hace daño!- aullaba Blanca

– ¿Esto es lo que quiere? PUES VENGA A BUSCARLO – Y ambas niña y bruja se convirtieron en un enjambre de abejas que se dispersó por el bosque.

Allí de pie el hombre miró como se alejaban y literalmente, su mirada mataba.

El Cuervo

Continuación de: Círculo inconcluso

Anoche

Anoche soñé que llorabas desconsolado y me desperté preocupada. A veces me pregunto cómo poder ayudar a alguien que casi no conoces pero que de forma natural nace la simpatía.

Me pregunto si al leer esto, reconocerás que hablo de ti y si alguna vez me dirás el porqué de tu tristeza.

La historia de una mirada

Esa mirada persistía en mi recuerdo, reaparecía en el rostro de los extraños convirtiéndolos en familiares; y  aún con los ojos abiertos, ya lúcida, la veía intuida en cualquier rostro…  como cuando uno mira directamente al sol y su imagen perdura aún con los ojos cerrados, mucho tiempo después de que este haya desaparecido tras el horizonte.

Sombras en la niebla

Odio (Sombras en la Niebla)

¡No te atrevas a pronunciar ni siquiera su nombre! ¡Ni a llorar ni a lamentarte en mi presencia!

Me importa una mierda como te sientas. Los remordimientos te los puedes meter por el culo ¿entiendes?

Te aseguro que si no te degüello, aquí y ahora, no es porque me compadezca de ti, muy al contrario.

¡No te atrevas a decir que la querías! La mataste, tanto que la amabas; no fuiste la mano ejecutora pero hay muchas formas de sentenciar a muerte.

 KATO

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Recuerdos (Un Día Cualquiera)

Making of Cyborg (Ghost in the Shell OST) – kenji kawai

Ella reía. Caminaban por el parque cogidos de la mano hasta la puerta de su casa y, casi sin darse cuenta, hacían el amor en su dormitorio.
Sus labios se entrecruzaban, su piel se fundía y no sabía muy bien dónde empezaba él y terminaba ella. Cerrados los ojos sus sentidos se hacían aún más agudos, notando las gotas de sudor corriendo por su torso, y la lengua de Yoichi recorriendo su vientre, la primera exploradora en un territorio virgen. Los susurros precedieron a los suaves gemidos, los dedos se clavaron en los tatuajes y las piernas de Hanako hicieron presa en las caderas.

Durmieron abrazados, y el tiempo no existía para ellos.
Abrieron los ojos casi a la vez, y se sonrieron. Por primera vez vieron sus cuerpos desnudos sin el ardor del deseo, ella estaba avergonzada, él seguro de que había encontrado a la mujer perfecta. Pero a la hora de vestirse pasó algo, un enorme error que cambiaría su vida: Él, su joven y apuesto Romeo, le vio el tatuaje, y supo quien era ella. Pero no le importó, “todos somos iguales”, le dijo, “tú sólo eres la mano que ejecuta las órdenes de la cabeza”. Ella se sonrojó, sabía que aquello había terminado, por primera vez sintió vergüenza de lo que hacía. Él le acarició la cara y la besó.

Se despertó extrañada, hacía mucho tiempo que no soñaba con Yoichi. Desde la noche en la casa de los Takanawa. Lo echaba tanto de menos…
Él le había enseñado la belleza que escondía el mundo, le había descubierto el placer que se sentía al estar con la persona amada, le había descubierto la poesía. Creyó notar sus manos acariciando su pelo, se giró dispuesta, pero era solo “whisper” buscando un sitio para dormir en la almohada.
Lloró, lloró porque estar en Nueva York no tenía sentido sin él; porque una casa llena de gatos era un sinsentido y, sin embargo, ya no le importaba. Lloró y lloró, y de nuevo cayó en la inconsciencia.
Ahora soñaba con aquellos momentos de nerviosismo e ilusión. Cuando empezaron a imaginar una vida nueva, cuando le enseñó que el mundo era mucho más; que él, pese a haber matado, había tenido muchas más experiencias. Le mostró que tenía el mundo en sus manos.
Comunicó a su padre que lo dejaba, que se iba con Yoichi a Estados Unidos y que nunca volvería a matar a nadie. Había sido valiente, y ahora lo esperaba inquieta. Tenía las maletas hechas, preparada para empezar de nuevo junto a él, incluso podía estudiar… Pero él se retrasaba ya una hora. Se quedó dormida esperando hasta que el timbre de la puerta la hizo despertar. Saltó ilusionada a recibirle, esperando un beso y una disculpa por su tardanza… sonriendo abrió la puerta que daba al pasillo.
No había nadie, sólo una caja de madera. Una caja de madera.
Sabía lo que eso significaba.
Abrió la tapa con las manos temblorosas y allí vio el dedo de Yoichi, con un paño goteante de sangre, y con la caligrafía de su padre una nota: Ya no tienes a nadie con quien escapar. Eres mi hija. Cumple con tu obligación o quítate la vida, porque no pienso sufrir la deshonra de ser yo quien recoja una caja con tu dedo”.

Escrita por Almudena L. Bruñas

Extracto del Séptimo capítulo de “Un Día Cualquiera”. Para leer el relato desde el principio hacer un click AQUí, o si quieren leer solamente el capítulo dirigios al enlace que está a continuación.

Un Día Cualquiera (7)