Sobre los Cuatro Jinetes del Apocalipsis

Los Cuatro Jinetes cuya Cabalgada presagia el fin del mundo son conocidos como: Muerte, Guerra, Hambre y Peste. Pero hasta los acontecimientos menos importantes tienen sus propios jinetes. Por ejemplo, los Cuatro Jinetes del Resfriado Común son Moquera, Congestión De Pecho, Napia y Falta de Pañuelos. Los Cuatro Jinetes cuya aparición anuncia cualquier fiesta del calendario son Tormenta, Ventolera, Aguanieve y Carril Habilitado En Sentido Contrario. 

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¡No te atrevas a pronunciar ni siquiera su nombre! ¡Ni a llorar ni a lamentarte en mi presencia!

Me importa una mierda como te sientas. Los remordimientos te los puedes meter por el culo ¿entiendes?

Te aseguro que si no te degüello, aquí y ahora, no es porque me compadezca de ti, muy al contrario.

¡No te atrevas a decir que la querías! La mataste, tanto que la amabas; no fuiste la mano ejecutora pero hay muchas formas de sentenciar a muerte.

 KATO

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Los Cuatro del Apocalipto

MUERTE jugueteaba con su bebida exótica servida en un coco y con una sombrillita de papel de color escandaloso; Sorbía tímidamente por la cañita el líquido dulzón con un ligero regusto a alcohol, mientras escuchaba a sus colegas parlotear animadamente y miraba de reojo los naipes que tenía en la mano.

–  ¡Jaque mate! – gritó eufórico NIKI (de porte regio, figura imponente… un ario, casi albino, de pies a cabeza y un chulo de proporciones bíblicas) a la vez que lanzaba sus cartas al centro de la mesa con ímpetu. Vestido como un turista no era tan impresionante, ya que su rostro, a modo de mascarilla facial, estaba embadurnado de crema protectora, tenía un gorro tipo pescador, camiseta de Tommy Hilfiger, calcetines a media pantorrilla y sandalias a juego con el bañador; nada que ver con su atuendo habitual. Había que decir que la protección no le servía de mucho pues su piel presentaba un preocupante tono bermellón -.

–  ¡Estamos jugando al póquer, joder! ¿Cuántas veces hay que explicártelo? ¡Cabeza de puerco tísico! – espetó GUERRA colérico (un moreno de rasgos angulosos, de complexión hercúlea, que pareciera alérgico a la vida de todos los bultos que sobresalían de su cuerpo. Por si fuera poco, la piel aceitada y el pareo con motivos tropicales hacía que resaltara más sus atributos) – ¡Te las voy a meter por el culo… a lo mejor así lo entiendes!

– Hayaaa paaaz – medió con suavidad HAMBRUNA, negro como la noche e inmenso como un buda sonriente, que mostraba sus curvas generosas con descaro bajo una camiseta de algodón de tiros blanco, enseñando su provocador ombligo sobre un bañador con motivos vegetales, unas playeras (zapatillas deportivas) y una cadena con crucifijo de oro de media pulgada – ¿Creeees que habránnn olvidaaadooo nuestraa comaaandaaa? – preguntó al aire. Hizo señas a los empleados de “Apocalipto”, el chiringuito de la playa donde habían decidido pasar la tarde estival.

De vez en cuando se reunían para recordar viejos tiempos, comentar anécdotas, jugar un poco y prometerse que un día de esos tenían que irse de farra como antaño, por todo lo alto. Últimamente no tenían mucho tiempo libre: que si propiciar una guerra por aquí para aplastar a alguna nación, grupo o etnia; que si una crisis alimenticia por allá, una “pandemia” con la que sembrar la paranoia y la desconfianza (MUERTE tenía mucho sentido del humor) o estimular la xenofobia, el racismo… la supremacía racial. En fin, un trabajo agotador aunque alguien debía hacerlo.

La camarera se acercó con andares sugerentes y su minúsculo bikini a la mesa y sirvió la comida. Con lo que había pedido HAMBRUNA se podía alimentar a diez personas lo menos. Se relamió de gusto observando ese derroche absurdo.

– Dos Hot dog, cinco hamburguesas, tres bocadillos de pollo empanado especial, dos raciones de papas (patatas) con tres salsas, uno de aritos de cebolla y una de nachos con queso, ¿está todo?

– Exceleeenteee, tengooo un hambreee de cabaaallooo – contestó medio riendo con su broma particular. La miró de arriba abajo recreándose en sus curvas exuberantes, pero ella solo tenía ojos para sus dos compadres, más acordes con el canon de belleza establecido en este siglo. Pues MUERTE con su bronceado hepático, su sombrero de paja y la camisa hawaiana que le bailaba encima del cuerpo, parecía más un guiñapo que una persona.

NIKI mostró su dentadura inmaculada emulando un gesto de alegría típico de los mortales y GUERRA pícaro le guiñó un ojo, provocando el sonrojo de la muchacha. Turbada huyó hacia la barra.

Solos nuevamente pudieron manifestar su alivio al conseguir pasar desapercibidos, no tenían el ánimo para histerias colectivas.

– ¡Oye tú, seboso gordo cabrón ocupas toda la mesa! ¿Cómo carajo crees que vamos a jugar?

– Gueeerr… fluuuyee en armoníiiaaa con la energíiiaaa cóoosmicaaa del universoo – le susurro con un toque de soul -.

– Lo que va a fluir son tus tripas – gruñó

MUERTE barajó de nuevo el mazo de naipes, con sus dedos largos y huesudos con maestría. Al ver las expresiones de sorpresa de los demás aclaró que se aburría mucho en las salas de espera. Repartió la mano con igual soltura mientras sorbía un poco más de su exótica bebida.

A medida que la partida transcurría NIKI y GUERRA, que eran muy competitivos, se miraban cada vez más con sospecha, pues cualquier gesto podía ser una señal que les diera la victoria. HAMBRUNA dejaba a un lado sus cartas pegajosas por la grasa y se limpiaba las manchas de salsa que habían dejado su impronta en la blanca camiseta.

MUERTE se concentraba en permanecer relajado, natural, despreocupado: dobles parejas era una porquería, pero iba de farol. Más le valía no ser el perdedor de la tarde, pues lo que se jugaba era su dignidad:

Hacía diez años, NIKI el vencedor de la última timba (como no) obligó a GUERRA a llevar una tanga de leopardo con tirantes rojos, subido en unos zapatos de tacón de vértigo de color rubí, mientras cantaba a voz en cuello “soy la reina de los mares”, durante una convención mundial de Skin head nazis. Bajo juramento expreso que no utilizaría sus habilidades en ningún momento porque si no, no tenía gracia. Por supuesto NIKI, (o Víctor en ese momento) estuvo allí para animar a sus chicos.

– ¡ENVIDO! – gritó victorioso el chulo de proporciones bíblicas -.

– ¡Me cago en tu puta alma! – chilló el alérgico a la vida mientras se lanzaba sobre él para cumplir su amenaza -.

MUERTE cogió su leche de coco y bebió lentamente, a la espera que terminaran de dirimir sus diferencias. Centró su atención en otras cosas, por ejemplo, que la mayonesa que servía Apocalipto tenía salmonelosis, en los jóvenes borrachos que corrían a bañarse en el mar mientras ondeaba la bandera roja, en el niño que se estaba atragantando con un caramelo, en los poli toxicómanos esqueléticos que felices iban a consumir su última dosis…

-No, no, no… estoy de vacaciones.

Por Arminda C. Ferrera


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Soy el que odia porque compasión no le queda,

Soy el que llora bilis porque esperanza no alberga.

Soy el que En la misma pira que pereciste

Quemó su corazón y colocó en su lugar

El fuego que tus huesos incineró.

Y en presencia de la muerte juró a dios,

Renegando del que aceptaba

ese sacrificio en su nombre,

No descansar hasta alcanzar su venganza

En esta vida o en la siguiente.

Hasta el último aliento que le quedara,

Hasta la última gota de sangre

Aunque perdiera su alma para siempre.

No seré el que todo lo comience

pero sí Seré el que todo lo acabe.

Por Huid’zahor El hijo del Dragón

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Adios al bosque

Professor Umbridge (Harry Potter And The Order Of The Phoenix OST) – John Williams

e despertó y la luz dorada del sol del amanecer se abría paso entre el follaje, acariciándole el rostro suavemente como la cálida mano de una persona querida que intentaba despertarla. Sonrió. Pero al abrir los ojos cayó en la cuenta de donde se encontraba. Las enredaderas habían reptado por su cuerpo, el musgo se había acomodado entre su pelo y sus diminutas flores comenzaban a abrirse para saludar el día. El olor a sabia y humedad penetró sus fosas nasales al inspirar fuertemente como si llevara mucho tiempo durmiendo y el cuerpo al iniciar la actividad necesitara un aporte mayor de oxígeno. Y a pesar de que el bosque a la luz del amanecer era hermoso estaba melancólica. Aunque no recordaba porqué. Se estiró y las plantas se retiraron lentamente. Una luz tintineante se interpuso en su campo de visión. Agudizó la vista para ver de qué se trataba.

–                  ¡Un hada! – y como si el hada le contestara se oyó el timbre de miles de campanillas diminutas. Parecía que quería que la siguiera – Claro, ¿A dónde me llevas?Oh sí, tengo mucha hambre; también, tengo la garganta seca

Siguió su estela hasta la orilla del lago y bebió de sus aguas doradas y transparentes, mientras el hada, posada sobre un nenúfar, esperaba. Un cosquilleo le recorrió el cuerpo. No pudo aguantar las ganas de reír.

No sé por qué me río… – se limpió la boca con el torso de la mano.

Y en verdad, la nostalgia se iba alejando a cada sorbo que daba a esa agua tan fresquita.

El hada tintineó de nuevo mientras abandonaba su cómodo asiento.

Y al cabo de pocos segundos estaba rodeada de pequeñas luces. Dibujaban en el aire bonitas filigranas efímeras en distintos colores. La guiaron hasta un arbusto lleno de frutos pequeños pero muy dulces. Comió hasta saciarse y la sensación de tristeza desapareció. Y todo a su alrededor era alegría y algazara.  Los faeris correteaban por encima del agua del lago y hacían piruetas imposibles para entretenerla.

Ven Blanca al aguaal agua Blanca ven

, me apetece bañarme.  ¿Creen que yo también podré volar si me quedo lo suficiente?

Se acercó a la orilla y observó el fondo lleno de plantas acuáticas y de peces de colores.

Acércate a mía mí acércate

Una imagen empezó a formarse ante sus ojos. Una mujer muy bella que la miraba con ojos dulces y familiares. Estiró su mano para tocarla.

Veen, veen – Hipnotizada por su beldad se inclinó sobre las aguas. Los dedos  de la ondina sobresalieron de la superficie del lago,  a punto de alcanzarla – ¡VEN!

Un chillido estridente le hirió los oídos y la distrajo por un momento

Nunca más, Nunca más, no es bien recibido, no. Aquí no tiene dominio, su dominio no tiene aquíNUNCA MÁS, NUNCA MÁS, NUNCA MÁS.

Un cuervo se abalanzó sobre ella dándole picotazos, agarrando con su pico sus ropas y tironeando de ellas, emitiendo espeluznantes graznidos. Las hadas revoloteaban a su alrededor para entorpecer al ave que parecía poseído por la furia. Blanca manoteaba para quitarse de encima al animal.

Bicho malo, ¡quítenmelo de encima! ¡Quítenmelo de encima!

La ondina, que había sacado medio cuerpo del agua, antes el parangón de la hermosura era ahora una pesadilla. Abrió la boca y aulló. Su boca llena de dientes puntiagudos estaba transformada en una mueca maligna e intentaba atrapar al cuervo para comérselo.

Esa visión terminó por llevar a la histeria a Blanca, que ya no sabía qué le daba más miedo si el cuervo o esa cosa inmunda. Así que corrió, corrió hasta que sus piernas le fallaron por el cansancio. Y huyó del bosque, hacia la montaña.

Vuelve, Blanca… Vuelve con nosotros

Por Arminda C. Ferrera

El comienzo: El cíclo inconcluso


Continuación: En el camino